lunes, 11 de julio de 2011

Donde se escapan las sonrisas

Con la mirada fija al ordenador en medio de la estación, ella escribía con constancia y con pequeñas pausas para mirar la hora en su ordenador. Hacía veinte minutos que sus dedos tacleaban y sus ojos estaban absortos en lo que es la pantalla. El tiempo se escapaba de sus dedos, pero una voz la hizo volver a la realidad. Por el megáfono anunciaban la salida de su tren, y ella ya debería estar dentro. Así que levanto la cabeza para controlar si aún estaba allí su cabina. Y los ojos se le fueron hacía una mirada que la observaba, a juzgar desde hacía rato, ya que tardó en reaccionar. Ella escondió su dulce mirada, sonrojada por lo sucedido. Y en cuanto se levantó, volvió la mirada hacía el chico del pelo despeinado que ahora no hizo asomo de esconder los almendrados ojos, mientras en sus finos labios se dibujaba una sonrisa de acercamiento. Ella aún más sonrojada, se fue deprisa en el tren. En sentarse suspiró por haber sido tan estúpida por no corresponderle la mirada como mínimo. Segundos más tarde vio su camiseta a rallas, junto con el pelo aún más revuelto, y él que ahora saca una cajetilla y coge un cigarro y con una cerilla se lo enciende tumbando la cabeza. El corazón se le acelera y ella lo mira con todas las esperanzas de ser correspondida, pero no. Sus miradas ya no se encuentras a través de los vidrios tintados y la magia se desvanece, y el tren empieza a avanzar mientras ve como le hace un caló y él habla con su compañero acariciándose el pelo.

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