sábado, 2 de julio de 2011

Golpe, realidad.

Salados caramelos resbalaban por sus mejillas con una textura cada vez más desecha. Se iban para atrás, y la propietaria de esas mejillas cada vez andaba más rápido, con la respiración agitada, intentando esconder la mirada de los curiosos. Ya corría y sus pies se movían como plumas bailando un majestuoso vals en medio del mejor salón de la ciudad. Son dos muchachas vestidas de blanco y que se admiran la una de la otra con sus costuras altas, mientras que se invitan mutuamente a bailar entre ellas; en el salón no hay nadie a su altura, y así emprendieron la música suave y a intercalar sus pasos delante de la cálida chimenea y los ojos de las hojas invitadas miraban admirando cada fina belleza de aquellas ligeras plumas, que ahora las pies de la chica corrían tan majestuosamente como ellas. Hasta ella podía oír la música del vals, mientras escapaba de las manos de su enemigo. Intentaba desaparece entre la gente, pero a su espalda oía sus gritos jurando que algún día u otro la mataría. La gente seguía su curso, nadie se daba cuenta de este incidente. Solo veían a una rápida sombra por su lado. Necesitaba estar rodeada de gente, pero cuando más danzaban las plumas, menos espectadores habían. No podía ir a un callejón. Cumpliría su amenaza. Estaba segura. Y mientras su falda se movía al compás de las ligeras piernas, los curiosos se habían disfrazado a la vez, y llevaban ese gracioso traje de pingüino, y todos a su vez se secaron el sombrero de copa, y hicieron cada uno de ellos una reverencia, todas dirigidas a un centro común, Lara. Se sacaron un pañuelo y con una malévola sonrisa tiraron el pañuelo en el aire muy, muy alto y en caer se iba transformando en una pesada manta, que en cuando les llego a la cabeza siguió bajando hasta desaparecer por el completo. Lara estaba admirada por tan delicioso espectáculo, pero en consecuencia estaba sola. Sola. Sus peores temores habían llegado en un espectáculo de magia, porqué de pronto al centro de la plaza, emergió en polvora un tipo trajeado. 

-Pero que haces aquí? Tienes frio? ERES UNA MIEDOSA! Como te encuentras? Tranquila ya estás conmigo… AHORA EM TOCA A MI DIVERTIRME, todo está solucionado, ya estás en casa TE QUERÍAS ESCAPAR PEQUEÑA BASTANARDE COVARDA? Estas bien? Se té ve un poco pálida Y ESTA NOCHE TENGO QUE LLEGAR AL FONDO, PEQUEÑA PUTA! – Seguía gesticulando la figura del traje con amables manos, que acariciaban su rojizo pelo. Lara no querría levantar la mirada y seguía comiéndose esos caramelos. Su boca ya estaba llena de ellos, no podía masticar y el cuello tenía un nudo demasiado inmenso para tragárselas. Así que no podía respirar bien, y la voz del tipo era segura, pero de golpe se convertía en un tremendo chillido que rompería las orejas hasta a un sordo. Notaba en sus hombros como el mundo se le caía encima, como las atmosfera pronto le reventarían las carnes, pero apretó los puños y con gran esfuerzo levanto la vista. Pero en descubrir en que feroz figura se retorcía la cara, mordió los labios intentando controlar un eterno enmudimiento. Enormes amarillentas dientes sonreían de oreja a oreja debajo de su hocico, y encima de este había dos enormes ojos inyectados de sangre, y las orejas y su pelo estaban completamente en punta, esperando el placer de su ambición. Los brazos de la Lara se quedaron congelados al completo. La lengua del tipo trajeado, del lobo trajeado, repasaba su mejilla tastando esos presentes caramelos. Acarició su espalda, y cogiéndola por la cintura, Lara seguía los pasos del lobo que la condujo hacía la calle sin final. Donde saltaron hacía el agujero negro. Donde la conduciría hasta el fin de sus días. Por lo menos los de este lugar.

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