viernes, 5 de agosto de 2011

Agujeros

En abrir los ojos, a Jack le dolía la cabeza y estaba confuso. Su cabeza reposaba sobre una mesilla de escuela babeada. Desconcertado miro a su alrededor y con la vista borrosa distinguió niños. No sabía dónde se encontraba. Selket lo había dejado inconsciente la última vez, y ahora creía estar flotando. Poco a poco doblo su espalda, vigilando a sus alrededores por si veía alguna amenaza y en incorporarse, se le fue la vista borrosa. Observo más detenidamente los niños, que no emitían ruido alguno. No eran niños. Esqueletos del aula de biología. Vacíos ojos de muñecas llorando cera. Maniquís con cabeza de conejo. Todos estaban perfectamente colocados en cada pupitre. Los ojos destrozados de las muñecas de porcelana, intentaban percibir el movimiento de Jack, y lo único que conseguían era sentir como se le arrizaba la piel y la sangre se le congelaba. Aunque se le percibía el miedo, él se mostraba calmado y empezó a andar por aquella clase y sus excéntricos habitantes.

Lejos de allí, Amelia no paraba de girar de un lado a otro mientras sus seguidores intentaban no ponerse más nerviosos de lo que estaban. Todos iban de un lado a otro, preguntándose cómo le iban a dirigir la palabra. De pronto, ella paró en seco. Ya lo tenía. Se fue caminando por los largos pasillos de las húmedas mazmorras, intentando controlar el pulso. En llegar delante de la puerta de madera, respiro hondo y decidió a entrarse. Junto a ella le seguía su fiel servidor, Caleb
-No crea que fue fácil traerla aquí
-Ya me lo imagino, pero al fin y al cabo Selket es una más, y ya sabes todos…
-…tenemos nuestros defectos, mi señora…-terminó con la cara iluminada por las antorchas que alumbraban el paso.
Ella dio la última bocanada de aire, limpio su vestido y con paso seguro entro en la sala. Por las paredes subían cucarachas que desaparecían entre las delgadas brechas de las piedras, y un poco más allá se encontraba Selket contra la pared, con las piernas recogidas junto a sus brazos, y con su pelo negro azulado tapándole la cara. En escuchar que los pasos se acercaban se removía un poco molesta, clavando sus verdes ojos a Amanda. Su cuerpo rabioso se levantó de golpe y empezó a correr mostrando sus afiladas uñas. Amanda se quedó inmóvil, calmada, mirándola a los ojos fijamente. Caleb dio dos pasos para protegerla, pero antes que se pusiera delante de Amanda, ella lo paro chasqueando los dedos, y sin saber cómo, las piernas de Caleb empezaron a bailar hasta su posición inicial. Selket ya estaba a punto de llegar, y su respiración agitada asustaba hasta a los esbirros que escuchaban atentamente desde afuera. Sus suspiros golpeaban contra la boca de Amanda, pero a dos centímetros de su cara se detuvo. No por su voluntad: el hierro que tenía en sus pálidas muñecas se encogía en intentarla atacar, y en medio de aquel silencio se oía como crujían los huesos de su mano, demolidos por las cadenas. Gritaba y gritaba lo más alto que podía, por no poder moverse, por encontrarse allí.
-Seguro que eso la sujetará?-pregunto Caleb maravillado por como Selket no podía atacar.
-Sigue teniendo sus poderes, pero con las manos atadas no podrá abrir un portal lo bastante grande como para escapar-Le replicó con una sonrisa malévola
en sus labios, que pronto desapareció.-Pero que nadie la toque.

Jack seguía con los muertos vivientes, paseando entre sus mesas. Intentaba establecer contacto con Amanda, pero le parecía imposible. Con un leve suspiro se acercó hacía la ventana. A través de ellas podía observar el tobogán y el columpio y las desnudas brancas de los árboles que se estremecían entre ellas y se escondían entre la gris neblina que las rodeaba, sumiéndose así a un lúgubre patio de escuela. No podía ver más allá, pero eso le ayudo a dejar la mente en blanco y de pronto un rayo paso por su cabeza, provocándole un dolor tan fuerte que se llevó la cortina consigo en cuando cayó al suelo. Y así apareció la cara de Amelia.
-¿Amelia? ¿Me puedes oír?
-Sí, ya estamos en contacto, escucha, hemos capturado a Selket, pero llegamos demasiado tarde para recuperarte. ¿Como estas?
-Claro, no me extraña que este aquí después de luchar con ella… Estoy bien, creo que no me he roto la cabeza. ¿Escucha, dónde estoy?
-Aún no lo sabemos, ¿cómo es el lugar donde te encuentras?-Le preguntaba ella mirando fijamente con cara de aprobación a Caleb.
-¡Escalofriante! Parece una especie de escuela…
-¿Una escuela?-. Dijo Amanda mirando de reojo a Selket que la miraba aún con rabia y una tétrica sonrisa dibujaba su cara.
-Sí, pero si no encuentras la escuela busca un psiquiátrico.
-Intenta saber tu localización, seguimos en contacto.
Jack decidió explorar el sitio en que se encontraba, y parecía ser que la escuela no era el único lugar extraño en aquella fantasmagórica ciudad. Querría salir ya del interior del edificio. Se colocó bien las botas, la visera de su gorro y las gafas de aviador. En pocos instantes estaba esprintando por el pasillo, dejando a su paso el polvo removido. Con cada paso veía una nueva habitación, no más diferentes que la primera. Aulas llenas de cabezas y en la siguiente los cuerpos de las muñecas… El pasillo tampoco se salvaba. Toda su pared estaba recubierta por cientos de televisores, donde dentro se veía siempre el mismo ojo que seguía su movimiento en cuando pasaba por delante de él, y por el suelo peluches degollados se amontonaban a miles.

En cuando salió al exterior, todo estaba perfectamente ordenado, sin caos, solo había calma y una espesa neblina que la acompañaba por la eternidad. Jack continúo su visita intentado descubrir su Ubicación, pero nada parecía dar pie a un lugar concreto. Se acercó a todos los establecimientos fantasmas. La librería, el banco, la tabaquería… Todo su entorno respiraba un aire familiar que no lograba recordar. Era como si ya hubiera estado antes allí… Y en cuando llego al teatro lo vio claro. Aquello, era el pueblo vecino cuando vivía en Bellaville… Recuerda como le cogía sus manos, tan suaves y siempre limpias, y ella con graciosamente le abducía hasta llegar al teatro. “Mamá…”.Dentro de él habían unos señores amables que siempre le preguntaban como estaba, rasgando su entrada. Ahora ya no estaban. En su lugar solo había aquellas sucias columnas, donde tiempo atrás relucían. Jack continúo un poco más adelante, recordando
cuando entraban en el vestíbulo, ambientado en la época del romanticismo. Antes era bello, ahora terrorífico. Las cabezas de las mujeres que decoraban el mármol, antes doradas, ahora era una blanca ceniza que se escurría entre sus pies. Y las sillas, recubierta por granates tapizados ya estaban medio destrozadas y se veían varios rasguños en ellas. La platea ya era un lugar fantasmal y las cortinas a la francesa recaía sobre un escenario recubierto de polvo. Jack se estremecía por momentos, no por el hecho del estado lamentable del teatro, si no por los recuerdos que lo invadían. Recordaba sus padres, y recordaba aquel día, los ocho años y la muerte y recordaba los días en que iba al teatro con su madre a ver a su padre actuar. Siempre iban a la séptima fila. No era casualidad, era el numero favorito de su madre, y poder camuflarse entre el público le gustaba. Desde hacía horas que estaban en aquella ciudad, yendo de tiendas, en cafés, y al final siempre llegaban justo a tiempo. Parecía que la obra de teatro sucediera afuera: Cuando se sentaban, las luces se cerraban y la pieza empezaba. Fuera el papel que fuera, el pequeño Jack siempre veía a su padre como un héroe, siempre siendo otro diferente a él. Le encantaba ir a ver a su padre porqué allí, arriba en el escenario, él ya no era el mismo hombre que cuando entraba en casa, y además, cuando salían iban a la heladería Tomville’s Icecream que estaba al lado del teatro y… Tomville.

Caleb tenía la mirada fija hacía Selket, quien no se movía de su lugar, pero escuchaba las sordas palabras de Amelia, quien firme intentaba quitare algo de información, de poder o por lo menos intimidarla.
-¿Qué quieres Selket? ¿A dónde has mandado a Jack?
- A veces suele ser aburrido solo crear cosas y me gustan las juguetes, en cualquier caso hago lo que me da la gana.-Aunque a Amanda le fastidiaba la voz juguetona de Selket y le dolía no poder saber nada de nuevo, intentaba no dar muestra de sus sentimientos jugueteando con su dorado pelo.- ¿Qué pasa Amanda? ¡Selket quiere jugar!
Una tétrica risa salió de sus labios haciendo que Caleb y sus esbirros se cayeran al suelo por el dolor que causaba. Pero Amanda seguía inmóvil, observándola atentamente con sus ojos violetas. Selket la miraba fijamente. Le molestaban sus estúpidos hechizos. Su risa empezó a apagarse y de pronto Amanda cayó al suelo. Caleb acudió inmediatamente en su ayuda, pero Amanda le hizo una señal. No era Selket quien estaba controlando a Amanda, sino un fallo en su implante. En cuando Jack debió caer, su receptor se rompería, y como estaban sincronizados, el suyo también se veía afectado…
-¡TOMVILLE, AMANDA! ES TOMVILLE! ¿¡COMO NO LO RECONOCÍ?!
-¡Tranquilízate por favor!-Cada palabra era como un golpe para ella, y era algo que no podía combatir.
-Lo siento. Escucha Amanda, yo me acuerdo de ese pueblo, se llama Tomville, cerca de Bellaville.-Amanda ya se había recuperado y ahora estaba mandando en buscar en la base de datos acerca de este pueblo.
-Muy bien Jack, busco información y volvemos a comunicar.-Jack dejo ir un largo suspiro de alivio-Pronto estarás en casa.

Mientras Jack se dirigía a hacer una vuelta para recordar los viejos tiempos con una sonrisa en la boca, Amanda andaba desde un extremo de la habitación hacía el otro. Estaba sudando y tenía las cejas arrugadas. En sus ojos había chispas amarillas, chipas de decepción.
-Caleb, muchachos, ¡apartaros!
Amanda cerró los ojos y de ellos surgió una gota. Caleb no lo podía creer, ¡estaba llorando! Sus puños empezaron a estrangular a alguna cosa invisible, mientras remugaba palabras de odio. Y la gota empezó a brillar. Amanda la miro con una irónica sonrisa y la recogió con las manos. De ellas salió un fuerte resplandecer, que ilumino toda la sala. Y de pronto entre las manos de Amanda ya no había una lágrima, sino una enorme bola de Cautiz. Selket la miro asustada y su cuerpo empezó a temblar, pero ya era demasiado tarde. Amanda ya había lanzado la bola con una mirada petrificante. Selket sentía como el Cautiz empezaba a freírle la piel, y por momentos sudaba más. Pero la bola desapareció. Y el tiempo se congelo. La mayoría de la sala no entendía nada y estaban petrificados. Selket muy pronto lo vio claro, y volvió a estallar en risas.
-Nada por abajo, nada por arriba, NADA, no sacaras nada de mí.
-¡Reflejos! ¡Ha abierto un portal por instinto para protegerse! Le he mandado una bola de Cautiz y la ha mandado a Japón.- Amanda empezó a llorar de nuevo y a tirarle más bolas- ahora a Helsinki, las profundidades de la Atlántida, Sud África, Francia…
-¿Cuál es el problema, señora?-Pregunto Caleb inquieto, mientras algunos de sus esbirros observaban
atentamente cualquier movimiento de Selket y los otros imitaban a Amanda, algunos con éxito, otros no.
-El poder de Selket es un poder poco común. Ella es capaz de abrir agujeros de gusano…-Caleb la miro extrañado, y Amelia entorno los ojos.-Para decirlo de alguna forma simple, puede crear portales tridimensionales para viajar a través del tiempo y del espació. El problema es… Tomville. Es un pueblo que hace unos diez años desapareció de la faz de la tierra y…
-¿Como que desapareció? ¿Cómo puede desaparecer un pueblo entero?
-Aun no lo sabemos. O no lo sabíamos, hasta ahora.-Amanda dirigió una sucia mirada hacía Selket quien los escuchaba con su sonrisa maliciosa gravada en la cara, y sus verdes ojos brillaban cada vez con más fuerza en oler su pequeña victoria, aunque todo esto fuera su muerte. Y aunque realmente lo fuera, también supondría la muerte de Jack, y con eso su casi extinguida especie ya estaría suficientemente orgullosa como para perdonarla. Jack, el destructor. Todos lo veían con buenos ojos, ya que eliminaba las malas influencias, pero, ¿no sería él también una mala influencia si era quien los mataba? Que irónico era el mundo, pensaba Selket.

Jack seguía entumecido por la destrucción de aquel bonito pueblo. Recorría las calles como una sombra, detrás de cada pequeña ruina. Se le estrujía el corazón con cada lugar que pudiera reconocer mínimamente… La panadería donde su madre le compraba las magdalenas, la farmacia donde compraba extraños fármacos para los morados que curiosamente le salían periódicamente…
-Mama, ¿por qué siempre tienes tantos morados?-Preguntaba el pequeño Jack con la voz entristecida en ver los ojos sombríos de su cansada madre.
-No te preocupes hijo, solo me doy golpes.-Y ella le sonreía con los ojos llorosos.- Hoy tendrás que volver solo a casa, hijo
-¡Pero si íbamos a ver a papa!
-Ya lo sé, pequeño, ya lo sé…- Y ella le cogió de la mano llevándolo hacía la estación de buses. Sombrías nubes recubrían aquel día, y los pájaros ya no cantaban. Cuando Jack estuvo dentro del autobús, miro a su madre y ella llorando se despidió de él con la mano derecha, y con la izquierda se tapaba la boca intentando evitar los sollozos que se les escapaban de entre sus dedos. Sus lágrimas predicaban algo malo que sabía que iba a ocurrir, pero no se esperaba lo peor. En cuando Jack ya estaba demasiado lejos para divisar la ciudad, cerró los ojos y se durmió. Unos kilómetros más lejos, su madre andaba con firmeza y el corazón valiente. Movía sus caderas con elegancia, y podría conseguir cualquier cosa que se propusiera. Su verde vestido dejaba mostrar algunos moratones, pero ella los intentaba esconder con medias o esparadrapos. Agarraba el bolso muy fuerte, tragando la saliva. Pero de pronto, ella cayó lentamente al suelo, mientras veía que trozos del cielo se despegaban como si estuvieran rompiendo un puzle y la gente gritaba, en el pánico más absoluto. La ciudad se estaba quedando en ruinas. El suelo extrañamente temblaba y sus habitantes corrían cada vez más deprisa, pisándola. Y dirigiendo su último pensamiento a Jack termino de cerrar los ojos en medio del caos.

Jack buscaba algo para hacer, mientras pasaba el tiempo y Amelia aún no le decía nada. Continuo andando hasta llegar a la heladería que le revelo el nombre de la ciudad. Entumecido, se sentó en una de las mesas. Aún le dolían los huesos des de su encuentro con Selket. Maldita Selket.
-Maldito Jack-.Jack miro asustado a su alrededor. ¿Selket? ¿No la habían encerrado? ¿¡Se había escapado?! Pero no era solo la voz de Selket, sino que también era una voz triste de una niña. Jack empezó a mirar a todos los alrededores y sentada en un banco se encontraba una pequeña muchacha. En verla, él se sonrojo y acudió a su ayuda… ¡Por fin una humana! Una joven con el pelo rubio, no, blanco, entumecida contemplando su ciudad fantasmal con unos ojos cristalinos. Jack se acercó despacio para no asustarla, pero ella ni se inmutaba de su presencia.
- ¡Eemm…! ¡Qué alegría ver humanos por aquí! ¿Sabes si hay más gente?-Y ella señalo hacía una fuente, donde jugueteaba una niña en el agua y de pronto algo paso por encima de ella y desapareció. Jack se quedó completamente perplejo.-Espera, me he perdido algo, ¿que acaba de pasar?
-Estaba rota.-Su voz no era más pura y cristalina que su presencia-Ella estaba rota. A ella no le gustan las cosas rotas.

Selket sonreía. Habían descubierto su pequeña casa de muñecas, pero no podrían con mucho más, sobre todo porque ahora sabía que Jack había descubierto a su
otro juguete, que ahora ya empezaba a estar bastante viejo. Amanda seguía mandándole bolas de Cautíz y ella seguía absorbiéndoles.
-Mi señora, ¿que pretende con todo este juego?-Preguntaba Caleb impaciente.
-¿Juego? Si encontramos por casualidad el agujero hacía Tomville, podremos encontrar a Jack. Pero ella puede crear miles de agujeros, ¿lo entiendes? Pueda que nunca demos con su localización. Nunca.-Y Amelia lloraba más y más, sin saber si lo hacía por Selket o Jack.

Jack seguía dando tumbos por Tomville con su nueva compañera, quien aún no sabía el nombre y por lo visto no se lo diría. Distante y con aire cansado pero elegante, la chica caminaba detrás de él siguiéndole a todas partes. En cuando llegaron en un parque, Jack ya se estaba cansando del enmudecimiento de la chica. Se sentó en uno de los columpios, y empezó a balancearse recordando su infancia. Ella también se sentó en el columpio de al lado. Jack no podía entender cómo podían estar tan cerca pero tan distantes.
-Escucha, ¿qué hacías en este pueblo completamente sola?
-Ella me necesita.-Respondió con una voz vacía.
-¿Pero cómo puedes vivir en un lugar así?-Jack estiraba las piernas con aire despreocupado, no le preocupaba mucho aquella chica, pero era un entretenimiento.
-Solo necesito complacerla
Él rodeo los ojos y dejo ir un largo suspiro. Si solo sabía hablar de “ella” no le veía mucho interés a esa chica de blanco pelo. Se fue a dar una vuelta mientras ella intentaba columpiarse, aunque lo único que conseguía era un leve balanceó que hacía gruñir el columpio. Jack se fue hacía la calle principal, donde había montones de motos. Aburrido y cansado de aquel pueblo, empujo a una que hizo un efecto domino. Y de repente una cosa roja las hizo desaparecer.

Amanda estaba intentando encontrar algún otro método para salvar a Jack cuando de repente Selket dejo ir un grito. Todos se giraron para ver que le hacía reaccionar así. Pero aparentemente no había nada. Selket aún respiraba un poco adolorida por esa razón que nadie conseguía adivinar. Pero Amanda sabía que era. Su punto débil.
-Jack, ¿has hecho algo?
-Mmm… No, solo he tirado algunas motos, tanto ruido he hecho?- contesto con una sonrisa pícara.
-Bueno, sea lo que sea, vuélvelo a hacer.
Una sonrisa de oreja a oreja se plasmó en la cara de Jack. Junto las manos, suspiro en ellas y en cuando las abrió apareció de repente un rayo que destrozó unas masetas que estaban cerca.
-NOOO! MIS MASETAS NO!
-Qué pasa Selket, ¿no te gusta que te rompan las cosas?
-Esas masetas estaban perfecta… ¡Y AHORA ESTAN ROTAS!
Y la cosa roja volvió a engullir las cosas rotas, las masetas.
-Jack, ¡sigue haciéndolo!
-Espera Amanda, antes necesito encontrar a al…-Jack lo decía girándose, y allí estaba la chica del pelo blanco. Su cara normalmente inexpresiva ahora estaba marcada por una arruga que le desgraciaba la cara. Los ojos de ella lo miraban pidiendo piedad. Jack no entendía el porqué, pero siguió rompiendo cosas, y la chica se arrojó al suelo gritando que parase.
-¡TU NO ERES NADIE! ¡ELLA NO TE QUIERE! ¡YO SOY SU MEJOR AMIGA! ¡SOLO YO!-. Gritaba. De pronto él lo comprendió todo. ¿No estará ella conectada con esta ciudad? ¿No estará ella conectada con Selket? ¿No fue allí donde sus padres murieron inesperadamente? ¿No era ese un pueblo desaparecido…? Lo único que pudo hacer fue mirarla con lastima.
Amanda había escuchado los pensamientos de Jack sin querer, ya que era una súplica para saber la verdad y ella era la única que se lo podía decir.
-Exacto Jack. Hará unos diez años, el pueblo de Tomville desapareció mágicamente del mapa. Las alertas se dispararon en nuestra oficina. Alguien mágico, que no erais vosotros Jack, los once protectores, había entrado en territorio humano. Pero no se dieron más casos y dimos el caso por cerrado.
-Y… ¿Qué paso con los habitantes?
-Aún no lo sabemos, pero si hubieran muerto en la ciudad quedarían los huesos-Y a Jack le subió un escalofrío.-Suponemos o que los exterminaron o que Selket los envió en diferentes lugares con sus agujeros.
Con la simple idea de pensar que sus padres podrían estar bien en cualquier parte del mundo, Jack lo vio todo más claro.
-¿Y yo que puedo hacer por salir de aquí?
-Romper cosas.
Jack volvió a sonreír y con un ligero movimiento de brazos, salió una fuerte brisa que rompió todos los cristales. Tanto Selket como la chica gritaron llenas de rabia y dolor. La chica empezó a temblar y más arrugas aparecieron en su antes bello rostro. Cuando Jack rompía más cosas, más horrenda se volvía ella, y su pelo iba cambiando des de las raízas, a un color rojo intenso. Y su piel se desgarraba y se convertía en una enorme bola de grasa, y casi no podía andar. Jack continuaba rompiendo y Selket se dejaba la voz en gritos. Parecía que le torturasen, era terrible ver como aquella criatura se removía como si le estuvieran rompiendo todos los huesos. Sus gritos inhumanos harían temblar a cualquiera que los escuchase. Caleb tenía la sensación que algo lo cogía por la nuca. Tenía miedo hasta de girarse. Todos estaban desconcertados, atontados por sus gritos. Menos Amanda Que seguía lanzando sus transformadas gotas. Jack continuaba rompiendo cosas hasta llegar al colegio donde empezó a destripas los tétricos juguetes. Notaba como la pared empezaba a deshacerse y por la ventana veía como trozos del cielo se deshacían. ¡Lo estaba a punto de conseguir! Pero él aún estaba adentro. Y cuando estaba pensando en su situación algo le toco el coco. Una bola de Cautiz!
-Amanda, ¿tienes algo que ver con eso?
-EUREKA!-.Todos sabían que significaba, incluso Jack.
Pero el tiempo se agotaba y pronto quedaría entre las ruinas de aquel pueblo fantasma si su compañera no se daba prisa. Amanda cerró los ojos y concentró todas sus energías en el portal que acababa de abrir Selket. Jack intentaba esquivar los pedazos de pared que caían. Pero toda una pared se desmoronó cuando la chica-bola golpeó la pared entera, y aunque ahora se estaba desinflando, aún tenía suficiente masa. Además se le notaba una fuerza innata. ¿Quién era ellarealmente? No tenía tiempo en que pensar, necesitaba salvar su vida, tanto de los trozos que caían como del gigante que alargaba sus manos hacía él balbuceando cosas incomprensibles. Pero su tamaño iba disminuyendo, y ahora solo era como una chica un poco más alta que él y regordeta. Y a su lado apareció la cosa roja. Jack abrió mucho los ojos en verla. No, a ella no querría que se la llevara. Por alguna razón sentía que necesitaba que estuviera a su lado. Y una mano femenina apareció por la cosa. Él la abrazó para intentar evitar que se fuera. La chica ya había recuperado su tamaño normal, y sollozaba en sus brazos, presa del pánico. Él solo querría protegerla. Si ella se iba, él la acompañaría. ¿Que tenía aquí si no? ¿Una muerte segura? Y los dos saltaron hacía el agujero rojo. La nada. El fin.

Selket no paraba de moverse, y se removió aún más cuando Selket penetro su mano dentro de uno de sus agujeros y todos los seguidores de Caleb la agarraron para que no se fuese, mientras él hacía un conjuro de protección. Amelia cada vez se iba más por el agujero. No conseguía agarrar a Jack, no lo encontraba. ¿Se había equivocado? Selket no paraba de removerse y gritar cada vez más fuerte. Todo en aquel mundo estaba ya roto. No podía soportar tal verdad, ¿cuál era su razón de ser sin su pueblo de juguetes, su casa de muñecas? Ahora todo estaba roto… Empezó a moverse de un lado de otro remugando como si fuera una niña pequeña, y las cadenas cada vez la estrujaban más, y le provocaban más y más dolor. Y pronto entre las cadenas solo quedaba polvo. Selket se había muerto. O se había fugado. Ya no estaba. El agujero empezó a cerrarse y Amanda grito y lloró suplicando para que Jack volviera. Caleb intentaba quitarla de allí, medio cuerpo ya estaba dentro del agujero, buscando desesperadamente a Jack. Pero Caleb la obligo a tirarse atrás, cayendo los dos al frio suelo, donde Amanda empezó a sollozar.

Jack se abalanzó encima de ella con una flacucha chica pelirroja de transparente mirada entre sus brazos. Amelia en recobrar el norte, no pudo evitar abalanzarse sobre Jack llorando de felicidad, pero a los pocos segundos se dio cuenta de lo que estaba haciendo y volvió a su postura recta y severa
-Me alegro de que estés bien-le dijo Amanda con una frialdad glacial.
-No te preocupes Jack, en verdad estaba muy preocupada-le susurró Caleb a la oreja guiñándole el ojo. Y de pronto todos se giraron hacía la novedad. Ojos curiosos examinaban a la chica mientras Jack aún la abrazaba.
-Quién es?- Pregunto Amelia con la mirada agresiva. Sentía poca confianza por aquella muchacha; la piel se le arrizaba y sus colmillos aumentaban. Enseguida Jack se dio cuenta y se estremeció. Ya no se acordaba de lo que le había pasado a Amelia, como de inoportuno fue la misión del hombre lobo.
-Aún no lo sé…-dijo Jack un poco asustado aún.
-¿¡HAS LLEVADO UNA CHICA QUE NO CONOCES DE NADA EN NUESTRO CUARTEL?!-Grito Amelia, con los ojos inyectados en rojo
-¡Iba a morir!-.Y Amelia se dio la vuelta y elegante cerró la puerta. Jack estaba furioso. Casi moría él mismo y a ella no le preocupaba lo más mínimo. Claro, solo es un
monigote más de los once. Caleb lo miraba con la cara triste, intento abrazarlo, pero él se apartó, dirigiendo su vista a su nueva amiga, o mascota, justo donde antes estaba Selket.
-Pero quien eres tú?
Y ella alzó la mirada asustada y entre susurros dijo:
-Yo soy …

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