viernes, 24 de junio de 2011

Surge cuando estas en la sala de espera

A ciento cincuenta quilómetros por hora, el viento picaba su cara y el pelo se escurría del casco. Por sus ojos bajaban gruesas gotas, ya se le estaba secando demasiado los ojos, pero la lastima también la inundaba y empezó a sollozar a grito vivo hasta termina su trayecto. En entrar por la ciudad, la marcha había disminuido razonablemente y sus pelirrojos cabellos sele metían en la boca y en la nariz. Al bajar-se de la moto, sus manos temblaban y casi no podía caminar del desenfoque inmediato de su alrededor. Muy lentamente se quitó el casco, guardándola al interior de la moto y al respirar hondo y cerrar los ojos, volvió a su constante estado de tranquilidad. Ya nada pasa. Ahora se dirige hacía un edificio vidriado y se la ve muy segura de sí misma. Pueda que en algún momento se le escape algún sollozo, pero la mueca que dibujaba su cara ya está borrada. Al llegar delante del edificio, se mete la mano en el bolsillo, preparando los últimos arreglos de su misión. Entra con suma precisión y el recepcionista le dirige los buenos días
-Ya puedes pasar Lara Gómez, ahora aviso a Martina.

Ella se da la vuelta sobre sus nuevos zapatos, y disfruta del tacto que tiene en la mano. Suena la música de relajación y el teléfono suena y vuelve a sonar ese irritable timbre y suena el respiración del grasiento recepcionista y la conversación que se oye dos pasillos más abajo. El recepcionista alarga la mano para coger el teléfono y ella en dos segundos asegura el silenciador y dispara directo a su cabeza. Ella se guarda el arma, con un nudo en la nuca, mientras con la otra mano se arregla el pelo. La musiquita que por un segundo ha sido tan distante se vuelve a ajustar a la situación, solo que con ese adorable tono irónico de música hawaiana y el de un ejecutivo muerto. Se arregla bien la falda y continúa su objetivo.

Al llegar al fondo del pasillo –lleno de tristes dibujos y lágrimas perdidas por inocentes- Lara duda en abrir o no la puerta. Pero se acomoda su chaleco, se raspa la voz, se arregla el cabello y con precisión hace dos toques en la puerta. De la otra banda se oye una voz que invita a pasar.

-Ah! Lara! El recepcionista no me había dicho que habías llegado! Qué bien! Espera, estoy repasando esos papeles…-decía mientras con una sonrisa removía montones de papeles revueltos en una cajilla-…y ahora mismo te aviso.

Y ella va por salir cuando en colocar la mano sobre la manija, gira sus pies en una elegante vuelta y con rapidez pone las manos en el bolsillo para disparar a la señorita que está buscando papeles.

Ella respira hondo, se arregla el pelo y se esfuma entre los pasillos, con un paso rápido y preciso. En cerrar la puerta remuga que odia los psicólogos mientras en el cartel pone Centro de Salud Mental.






















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