jueves, 2 de agosto de 2012

Clarise

Como en el juego del asesino, empezó a sostener la mirada al suelo. Su mirada era decidida y venenosa. Capaz de matar a alguien. Con la mirada, claro. Ya poco podía aguantar las baldosas, que empezaban a temblar a causa de la presión de los ojos de su contrincante. Y Clarise lo notaba. Sus piernas empezaban a tambalearse, y con ellas la tierra que había debajo. Para sus adentros se forjaba una sonrisa de victoria. No. De Victoria. Ese pequeño juego no la alejaría de la realidad. “Clarise”. Tal vez, si se jugara cinco céntimos con las rocas a que no podrían clavar-se en su pecho… “Clarise!”. -Clarise, te encuentras bien? -Qué? Sí, claro, gracias, emm… James?-. John le dedico una amplia sonrisa mostrándole sus dientes corcados. -Chica, cada día me preocupas más. Intenta no preocupar mucho a tu madre de acuerdo? Y coge ese aparatito de los narices, que espanta a mis clientes.- Se lo quedo mirando desconcertada. John hizo un ademan con la cabeza -Ah, sí, claro…-Cogió el móvil con la mano izquierda de su bolsillo derecho y levantó la vista, con el aparato aún sonando. Entonces le dedico una de sus risueñas sonrisas.- Gracias, Jam… Perdona, John.

 John se fue andando de vuelta hacía la verdulería. Mordió una manzana que tenia escondida bajo el aparador, mientras él y Marie veían como se alejaba distraída Clarise de la plaza. -Vaya niña, tan joven y tan olvidadiza. -Supongo que cualquier que haya pasado la noche afuera estaría así. -Sí, supongo. Marie le dio cinco monedas de shines a John y se fue calle abajo. Por su cabeza pasaban pensamientos como “me recuerda tanto a su madre de joven…” o “no sé como puede mantener esa sonrisa tan inocente aún”.

 Sí, nadie sabía ciertamente qué había pasado aquella noche, después de que Clarise llegara a las nueve de la mañana sin su hermana, andrajosa y medio inconsciente en aquel bar. Pero en un pueblo rodeado de desierto o mar según que hora fuera, la imaginación creaba todo tipo de posibles historias y los falsos rumores iban más deprisa que el viento.

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