Des de la repisa de una ventana, un gato se asoma con los ojos
entreabiertos. Se estira y despide un bostezo, mientras el cielo gris se
convierte en anaranjado. Risueño anda hacía dentro. Puede ver a su amo, un
excelente esposo, padre y trabajador, fornicando con Valeria, una excelente limpiadora
cubana (no solo de cristales como puede apreciar en ese momento). Mientras sus
cuerpos sudorosos se retuercen entre los cojines, empieza a maullar por un poco
de leche. En notar su cara dolorida por culpa de una zapatilla, se aparta con
la cola y el hocico bajado y anda hacía al balcón que esta al otro lado de la casa.
Mira hacía abajo y ve las rocas empinadas.
En el desierto gris, unos
niños juegan con una pelota hecha de
paja y un poco de barro. Mira al horizonte y ve el agua que se va acercando, como de costumbre. Pronto los niños
tendrán que subir los peldaños para alcanzar la puerta y corretearan por la
calles. Mientras tanto, sus madres terminaran de recoger sus herramientas y volverán cansadas con sus esposos, quienes habrán
estado cuidando de la casa. En tumbarse en la cama olerán el sexo y la infidelidad,
pero resignadas por no tener una prueba más evidente, se callaran y rezaran por
pillarlo un día. Llegado a este punto,
el gato ya esta terminando de lamerse y se va directo al techo. Consigue atrapar un
Zulú bastante gordo y feliz empieza a mover sus voluminosas caderas hacía el Monasterio,
en la parte de arriba de Movek.
Se posa en un techo y observa los guardias que privan el
paso a los niños.
-A ver si algún día te veo un jueves a las cinco, como toca!
-Señor, no puedo ver el jardín al menos?
-Qué no. Venga, vuelve a casa chico, tus padres deben estar preocupados.
-Solo la cascada roja, porfaporfaporfaporfa…
-Bueno, ¿si te doy un caramelo, té iras? -. El chico lo mira con el ceño fruncido y a grandes zancadas vuelve por donde vino.
-A ver si algún día te veo un jueves a las cinco, como toca!
-Señor, no puedo ver el jardín al menos?
-Qué no. Venga, vuelve a casa chico, tus padres deben estar preocupados.
-Solo la cascada roja, porfaporfaporfaporfa…
-Bueno, ¿si te doy un caramelo, té iras? -. El chico lo mira con el ceño fruncido y a grandes zancadas vuelve por donde vino.
Mientras, el gato
solitario baja de la ultima casa, hacía el patio. Antes de saltar, oye unos
gritos, y curioso mira hacía abajo. El mar esta ya casi tocando los peldaños, y
dos chicas están golpeando las puertas de piedra frenéticamente. “Somos Clarise y Victoria, abridnos por
favor!” se escuchaba de lejos “Estamos
en el registro! El agua ya esta aquí! Por favor, somos las hijas de los panaderos!”.
Pero a él no le importa. No les hace
caso y continúa su paseo.
Pasa por delante de
la iglesia y ve que aún esta vacía. Así que anda un poco más, hasta llegar a la
Residencia, y en el claustro se encuentra a
William.
-¿Vaya, ya estas aquí, gato gordo?-. La bola de pelo se retorcía entre sus piernas. Él empezó a acariciarle detrás de las orejas. El gato se acercó ronroneando a una de las numerosas puertas.- Sí, sí, un poco de leche...Ya va, ya va…
Y se lo queda mirando con los ojos brillantes, mientras en el pueblo se oían las explicaciones de su amo y los gritos de su mujer.
-¿Vaya, ya estas aquí, gato gordo?-. La bola de pelo se retorcía entre sus piernas. Él empezó a acariciarle detrás de las orejas. El gato se acercó ronroneando a una de las numerosas puertas.- Sí, sí, un poco de leche...Ya va, ya va…
Y se lo queda mirando con los ojos brillantes, mientras en el pueblo se oían las explicaciones de su amo y los gritos de su mujer.